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n. f.
Acción y efecto de aclimatarse.
Antes de iniciar una ascensión a gran altitud, se somete al organismos del alpinista a un proceso de aclimatación progresiva mediante lo que se conoce como ascenso en sierra. Por ejemplo, desde el campos base se asciende para instalar y realizar un primer aprovisionamiento del campo I. Esa misma jornadas se desciende al campo base para hacer noche en él. Al día siguiente se vuelve a ascender al campo I para aprovisionarlo de nuevo y se hace noche en él. Un día después, se comienza a equipar la vía hasta el campo II, se instala este segundo campo y se vuelve a descender en esa misma jornada; y así sucesivamente. Diversos estudios recomiendan no ascender más de 300 m por día. No obstante, esto no suele respetarse y son entre 600 y 1000 los metros que se acostumbran a subir por día, reservando algunas jornadas intermedias de descanso. Para picos de menor altitud o que no requieran de la inslación de campos intermedios, también se suelen realizar ascensiones a picos circundantes y de menor altitud para adaptar el organismo a la altura de forma progresiva. En alta montaña, la correcta aclimatación es un factor determinante del éxito de una ascensión. Los síntomas de mal de altura pueden aparecer a partir de los 2.500 metros de altura sobre el nivel del mar en organismos muy sensibles.